El otro día
estuve en una de esas ”reuniones españolas” en Dinamarca con gente que no se conoce
pero que, aún así, se reúne para conocerse y cuyo único vínculo común es su
nacionalidad, entendida desde una perspectiva esencialista. Yo ya veía las orejas
al lobo pero me pasé a ver cómo era la cosa y por si había gente maja y a ver
si me echaba a algune amigue/ligue nueve.
A parte de tener
que aguantar el sexismo-machismo, racismo, etnocentrismo y homofobia que este
tipo de reuniones generalmente conllevan a través de bromas, presupuestos
comunes incuestionados, sentido común prejuicioso y colegueo casposo; se me
pegó en cierto momento, y para más inri, un machirulo de izquierdas que intentó
ir de guay conmigo. Cuando se dio cuenta de que yo no era heterosexual
inmediatamente encontró “el tema” de conversación conmigo y a su amigo del alma
en el encuentro porque usándome como token ( véase tokenismo) él iba a sentirse
como el salvador del planeta y de todos sus males, no sabiendo que sus ideas (me)
importaban un bledo.
El caso es que la
conversación empezó con lo genial que era ser homosexual, siendo él
heterosexual y yo no-monosexual la verdad es que la conversación llegó a ser de
lo más absurda y pronto llegó a su fin. No obstante, hasta que llegó ese
momento lo que me llamó más la atención de todo no era su forma de exotificar
la disidencia ( y con ello reconceptualizarla desde parámetros normativos inteligibles
por él) sino el grado de gilipollez a través del cual se expresaba.
En cierto momento
me dijo “ joer tíoooo, me pone mil Xabi López está super buenoooooo, si llego a
ser gay me lo follaba yaaaa” y yo…. pues nada… “bien por ti”. El caso es que el
otro día en una cena que tuve con daneses me soltaron un comentario parecido;
me comentó una danesa “que guapa que es tal, es super atractiva y miro a menudo
su Facebook” a lo que le dije “ y por qué no te la intentas ligar? está sin
compromiso y tal” a lo que me contestó: “ es que, no soy lesbiana”. Pues nada,
ajo y agua!, pensé, que hartazgo de gente.
Y todo esto me
hace pensar de cierta manera cómo funcionan las estructuras de poder. El
monosexismo no es simplemente algo que nos oprime como personas
no-monosexuales, como parece ser que es lo generalmente entendido desde el
activismo antimonosexista, el monosexismo también nos produce como sujetos. Lo
que me estaba diciendo el gilipollas del encuentro entre españoles era “ si no
estuviesen mis sentimientos y mi libido tan sumamente reprimida por el
mono-heterosexismo quizá les diese más rienda suelta” o la de la cena “ si no
estuviesen mis sentimientos y mi libido tan reprimidos por el
mono-heterosexismo lo mismo me importarían menos ciertas etiquetas y los
privilegios derivados de las mismas”.
El monosexismo
crea sujetos no solo los oprime. En un mundo estructurado por el monosexismo,
hay infinitud de mecanismos de poder a través de los cuales se nos disciplina
para ser monosexuales, esos mecanismos están inmersos en multitud de normas,
valores, símbolos y demás aspectos que no son siempre perceptibles ni
conmensurables por nuestro lenguaje y menos aún por los repertorios
interpretativos que tenemos a nuestro alcance que de por sí son monosexistas. No
identificarse como heterosexual u homosexual en un mundo estructurado por el
monosexismo ya es, en cierta medida, una ruptura frente a la hegemonía del
mismo, lo que no implica necesariamente una transgresión.
A lo largo de mi
vida he sentido en carne propia esos mecanismos de producción del sujeto
monosexual; mi temor al besarme con chicos, mi inhibición al acostarme con
chicas, mis ralladas al estar con personas de género no binario, el no entender
lo que me estaba pasando y el sentir que hiciese lo que hiciese estaba mal
hecho.
Creo que un
elemento clave dentro el activismo crítico antimonosexual no es sólo pensar
cómo el monosexismo oprime a sujetos sino cómo nos produce y cómo
colectivamente podemos buscar nuevas formas de poder afectarnos teniendo
siempre en cuenta que el paradigma monosexual es una condición a priori más que
un elemento que pueda ser erradicado así por las buenas.
Algunas veces
personas, como les dos alelades de los que hablaba antes, rompen el muro del
monosexismo y empiezan a expresarse y a vivir sus sentimientos de una manera
más libre. Entonces estas personas “se dan cuenta” de que no son monosexuales,
cuando realmente lo que han hecho es combatir el monosexismo que llevaban
interiorizado. Estoy cada vez más convencido de que somos monosexuales en tanto
que somos monosexistas, lo cual no quita que dejemos de ser monosexistas por no
ser monosexuales, no estoy haciendo aquí apología de la bisexualidad
identitario-normativa.
En una
conversación de hace tiempo, un conocido mío me comentó que no le gustaban los “asiáticos”
y otro que no le gustaban “los negros” lo cual, a parte de ser totalmente
ignorante y racista porque no se puede hablar de “asiáticos” y “negros” como si
fuesen categorías homogéneas sino como construcciones racistas, pues también me
llevó a pensar si en la base de la atracción a una “raza”/ “fenotipo” u otra/o
no hay un claro componente de racismo; y es que nuestros deseos vienen
determinados por las estructuras de poder donde nos vemos subjetivades. El
monosexismo, el heterosexismo, el racismo, el capacitismo, el sexismo, el
clasismo, la gordofobia etc determinan lo que nos gusta y lo que no nos gusta.
El pensar que nuestros pensamientos y deseos son libres no es otra cosa que liberalismo
reaccionario del más puro y duro.
Así que creo que
antes de pensar dentro del activismo cómo las estructuras de poder nos oprimen
en un primer paso habrá que pensar cómo las estructuras de poder nos
constituyen y, a partir de ahí, poder establecer una genealogía de las bases
que determinan una opresión encarnada dentro de nuestra subjetividad propia y
cuya deconstrucción supone un proceso emancipatorio-radical ( que vaya a la
raíz de las cosas) en tanto que sujetos afectivos radicales con conciencia crítica
colectiva y con capacidad intra-activa de resignificarse.
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