jueves, 4 de agosto de 2016

No soy bisexual


Diseño de Carles Llasans

Aviso de seguridad: Texto escrito en masculino genérico. 

"Pues no quiero. No voy a hablar ni en positivo ni desde identidades que definen lo que soy, no soy o puedo ser"  

Lille Skvat ( marzo 2013)

Recuerdo aquel día cuando volví de mis dos años en Bélgica a Dinamarca y una amiga mía periodista me comentó que estaban buscando a personas para salir en el programa “españoles en Dinamarca” y que mi historia les podía interesar. En esa época tampoco vivían tantos españoles en Dinamarca y mi situación era muy diferente a la que la que vivía un joven de mi edad en el país donde había nacido. La propuesta, sin embargo, me creó malestar porque después de estar tantos años en el extranjero y utilizando el inglés y el danés como mis lenguas cotidianas yo no me quería meter en un cajón identitario desde el cual se exotificaba la realidad en la que vivía y llevaba viviendo tanto tiempo porque ese programa buscaba la anécdota, lo diferente, lo extraño contado desde casa, desde la voz de un español expatriado. No gracias, le dije. ¿Pero por qué no?, me dijo mi amiga. Porque no, respondí, y allí quedó la cosa.

No siempre he rechazado las etiquetas identitarias, por ejemplo cuando empecé a usar la etiqueta bisexual un mundo con todas sus estrellas y constelaciones se abrió para mí. También era una época donde el monosexismo llegaba al paroxismo y donde yo sufría una grave crisis existencial y emocional por el mismo hasta tal punto que caí en una especie de depresión durante varios años. Con los años esa frustración se volvió vergüenza materializada en activismo bisexual normativo y luego rabia materializada en activismo plurisexual antimonosexista. Encontré en ese activismo una comunidad donde me sentía a gusto, donde podía ser feliz y en armonía no sin vivir episodios amargos, como cuando viví ostracismo en la comunidad bisexual de Dinamarca por llegarme a identificar durante una temporada como pansexual, para que luego nos estén hablando de paraguas.

El caso es que mi devenir activista me ha llevado hoy en día al sentimiento de no identificarme más ni con la etiqueta bisexual ni con el movimiento bisexual. Hay diferentes causas de ello. La primera es que opino que la identidad bisexual es una identidad cuya genealogía parte del monosexismo; fortalecer la bisexualidad para mí ya no supone combatir el monosexismo sino fortalecerlo. Esta idea que parece, a primera vista, tan paradójica no creo que lo sea necesariamente. Por ejemplo, las ideas que tenemos de “razas” tan comunes y generalizadas surgen del mismo seno del racismo, sin racismo no habría razas al igual que sin el biologicismo no habría géneros. El activismo feminista postestructural ( y parte del de la segunda ola) parte del feminismo para cuestionar el sujeto “mujer” y no para afirmar el sujeto “mujer” a través del lema "necesito el feminismo para dejar de ser mujer". De la misma manera, el activismo crítico plurisexual antimonosexista me ha llevado al punto de criticar el sujeto del activismo plurisexual, es decir, todas las identidades plurisexuales. Con esto no quiero decir que no sea importante que se refuercen las identidades minorizadas y que el activismo identitario no sea una manera de combatir una opresión estructural y de empoderarse colectivamente, no. Con esto hago una referencia a mis vivencias propias y el porqué, desde mis circunstancias actuales, el activismo bisexual tiene el efecto contrario al esperado: me desempodera.

El activismo bisexual parte del axioma de que a un sujeto soberano le atraen afectivamente, románticamente o sexualmente dos o más géneros, no de la misma manera, ni al mismo momento ni con la misma identidad, como se suele decir como un soniquete partiendo de la definición de Robyn Ochs en su libro, Getting Bi, un libro donde, por cierto, participé en su día con mi testimonio y que tuve la alegría de leer tras haberme ido hasta Ámsterdam para comprarlo, entre otras cosas.

Pues bien, estoy en contra de este axioma que acabo de comentar. Ya escribí en otro artículo reciente de este blog que parto del encuentro y que a partir de ese encuentro siento lo que me afecta ( término que he aprendido de wuwei) y lo que no. Por inducción llego a generalizar lo que me afecta y llego a sistematizarlo en “hombres, mujeres, personas de género no binario y personas agéneres”, pero esta síntesis es una ficción porque a mí no me afectan ni los hombres ni las mujeres ni las personas de género no binario ni las personas agéneres sino que me afectan ciertas personas sin yo muy bien saber el porqué; además sostengo, para más inri, que todas las personas somos poligenéricas en una medida u otra. Sin embargo, si me ha afectado una persona que se identifica como mujer y que leo como mujer digo que me atraen las mujeres y si me ha afectado una persona que se identifica como hombre y que leo como hombre digo que me atraen los hombres pero realmente no estoy siendo sincero con mis sentimientos ni con estas personas. El positivismo nos hace ver que todo es sistematizable, medible y categorizable cuando realmente la afección, como experiencia sublime, nunca puede ser reducida a una ley; el amor, el deseo y la afección son cuestiones transcendentales de la experiencia humana y, en consecuencia, inefables, a no ser que sea a través de la metáfora.

Siento bastante malestar en grupos de maricas donde se suele presuponer que me gustan los hombres y donde hay un lenguaje ( verbal y no verbal) que encuentro invasivo. Siento también malestar cuando se presupone que me gustan las mujeres cuando me visibilizo como bi y más aún cuando esto se mezcla con una agenda heteronormativa. Siento muchísimo menos malestar con personas de género no binario y personas agéneres porque con ellas ya no se suele presuponer que me guste un género, ciertamente porque el cismonosexismo se ha encargado de erradicar la escoliosexualidad como posibilidad ( atención, por cierto, con mezclar el "género" con la "expresión de género" porque son dos cosas que no tienen necesariamente nada que ver, aunque mucha gente suela presuponer el género de otras personas partir de su expresión de género).

Hace bastantes años, como he comentado, me encontraba a gusto dentro del activismo bisexual. Me encontraba a gusto en su época anárquica donde lo que nos unía era el momento, las ganas de combatir el monosexismo juntos y afectarnos colectivamente. Esa época estaba marcada por activistas de altura que, desde el altruismo, generaban espacios de cre-acción antimomosexista. En los últimos años lo que he visto dentro del activismo bisexual es una deriva involutiva, donde el egoísmo, las ganas de figurar combinadas con una falta de visión pasmosa han llevado al activismo bisexual a una situación paupérrima. Los diseños, los textos, las jornadas, los eventos, las discusiones en línea que veo relacionadas con el activismo bisexual normativo me suelen causar enajenación emética por sus sesgos racistas, capitalistas, sexistas, capacitistas, gordofóbicos, clasistas y positivistas.

Afortunadamente hay líneas de fuga desde el activismo antimonosexista plurisexual y lo que estoy escribiendo en estas líneas es gracias a este tipo de activismo más que contra este tipo de activismo. Este tipo de activismo me ha ayudado a llegar a un crecimiento personal donde puedo expresar lo que estoy expresando y donde una crítica deconstructiva del mismo supone una culminación personal a través de él más que su derrota.

Seguiré luchando contra el monosexismo y su basura estructural, como seguiré luchando contra sus intersecciones, pero ¿ resulta posible hacer esa lucha desde una posición contra/post identiraria? ¿ Es posible hacer esa lucha desde el estar y no desde el ser? ¿ Cómo podemos si quiera hablar de nuestras experiencias si no partimos de ideas, conceptos y categorías que ya de por sí son monosexistas?

No soy bisexual, no quiero pertenecer a ningún grupo identitario. Estoy bisexual, eso no lo puedo negar. Pero no estoy bisexual porque me atraigan mujeres, hombres, personas de género no binario y personas agéneres. Estoy bisexual cuando siento, cuando una persona me afecta, cuando mi imaginación y mis fantasías rompen el yugo del monosexismo y echan a volar. Entonces lo que me queda es la voluntad, el deseo, el cariño, el amor y su cínesis que, como claro de bosque zambriano, va allende todas las categorías que el reduccionismo racio-positivista quiera llegarnos a imponer.

No necesito paraguas de ningún tipo, quiero que juntos nos afectemos bajo la lluvia.






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