miércoles, 3 de agosto de 2016

Somos Momento


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Martin Heidegger en su ensayo “Der Ursprungdes Kunstwerkes” (el origen de la obra de arte) que reúne conferencias suyas pronunciadas entre 1935 y 1936 se pregunta: ¿cómo podemos estar seguros de que las obras que contemplamos son realmente obras de arte si no sabemos previamente qué es el arte?
Analógicamente podríamos aplicar esta reflexión que hace Heidegger en el campo de la crítica artística/la estética al campo de la orientación sexual. Si no sabemos previamente qué es “la orientación sexual” ¿cómo podemos saber qué es una orientación sexual?
A esta pregunta se acercó wuwei en su texto “mi lucha contra mi propia bifobia (V – el paradigma de la orientación sexual)” en el 2014 de una manera que a mí me parece acertada y me gusta bastante. wuwei escribe: “el paradigma de la orientación sexual tal y como lo conocemos es de por sí monosexista […] es por esto que cada vez que alguien habla de ella desde ese paradigma siento que me oprime, hasta el punto de querer salir corriendo y no volver nunca más”.
Cuando hablamos de “orientación sexual” estamos hablando de sexos hacia los cuales nuestro deseos afectivos, románticos y sexuales son orientados. Desde el cismonosexismo intersexfóbico presuponemos que hay dos sexos y sólo dos mientras que desde el cisheterosexismo presuponemos que esos dos únicos sexos son naturalmente opuestos entre sí pero complementarios; además nuestra dimensión erotofílica de deseo afectivo, romántico y sexual se ve “orientada”, es decir, dirigida unidireccionalmente a uno de esos dos sexos por necesidad.
Al poner el sexo como punto de partida ( y de llegada) de la “orientación sexual” este paradigma reduce los seres humanos a un sexo, simplificando toda la complejidad implícita en la afección humana que puede ir mucho más allá del sexo. Aunque también podríamos, en relación con este punto, reflexionar sobre si hay aspectos humanos que puedan escapar de la imposición genérica o si, por el contrario, todo lo inteligiblemente humano viene predeterminado por el género, como escribiría Judith Butler en Gender Trouble ( el género en disputa) en 1990[1].
El activismo plurisexual normativo ha cuestionado el esquema del paradigma monosexual reforzándolo a su vez. Dentro del activismo bisexual normativo se piensa que a las personas bisexuales les atraen “dos o más géneros/sexos” mientras que dentro del activismo pansexual normativo se piensa que a las personas pansexuales les atraen las personas “independientemente de su género/sexo”. El problema es que ambas perspectivas, la bisexual y la pansexual, siguen privilegiando al sexo/género[2] dentro de un paradigma que sigue siendo unidimensional y reduccionista.
Siguiendo a wuwei, opino que si queremos romper el paradigma monosexual primero deberíamos empezar por no seguir sus axiomas sino cuestionar sus incongruencias internas desde el postestructuralismo diferencial, y concretamente, desde la genealogía y la deconstrucción.

Además de este punto me gustaría mencionar que el paradigma de la orientación sexual tal y como está planteado parte del yo como sujeto, ese sujeto cartesiano-avicénico-kantiano que no necesita de les demás para definirse a sí misme ni legitimar su existencia sino que, más bien, desde sus propias prerrogativas, define la validez y existencia del resto. Sin embargo, quizá podríamos plantear el origen de nuestros afectos no partiendo de nosotres como sujetes soberanes sino de nuestro encuentro con le otre, un encuentro no necesariamente físico sino que puede llevarse a cabo en la distancia o a través de la imaginación o la fantasía, como sostenía Diego de Torres de Villarroel, cuando nos hizo saber que los sueños y la imaginación podían ser una base legítima para conocernos, conocer, sentirnos y sentir.

Es ese encuentro ( en alemán se llamaría das Ereignis) el que da paso al ESTAR desde el SER, ese estar que está ligado con mis afectos y que me une a una concepción existenciaria de corte ontológico-fluido-plural de mí misme frente a una concepción quiditativa ligada a una óntica estática y unívoca.
¿ Qué me atrae? ¿ Qué me afecta? ¿ Qué me gusta? “A priori no me gusta nada” me comentó ayer Elena, “a priori me gusta todo”, me comentó Xurxo desde su perspectiva crítica bisexual; y es que a priori podemos decir qué ES lo que nos gusta como receta, como lista de compra, pero es sólo en el ESTAR del encuentro cuando esa afección la podemos vivir, cuando rompemos el binario su-jeto/ob-jeto para sustituirlo por un encuentro ab-yecto.
Yo me identifico como bisexual no porque tenga esa lista predefinida de lo que me guste o lo que no me guste, aunque me puedan gustar y no muchas cosas a priori. Me identifico como bisexual porque he vivido encuentros afectivos con personas que me han hecho transcender momentáneamente el paradigma monosexual. A partir de esos encuentros en los que HE ESTADO puedo entender y definir lo que SOY y no viceversa, por eso el afecto dentro del activismo crítico bisexual, que puede partir en un primer momento de la introspección, cobra un lugar tan fundamental; y es que la bisexualidad tiene una dimensión profundamente existencial desde el encuentro, las vivencias y la intersubjetividad del deseo constituyente en comunidad, del deseo constituyente del momento.
¿En qué punto está aquí la sensibilidad de sentir/nos? No digo que no se pueda llegar a construir otro concepto de amor, o que ahora mismo no podamos sentirlo distinto, pero toda la violencia simbólica que lo rellena cuando lo pronunciamos en esta sociedad capitalista donde todo nuestro vocabulario parte de la propiedad y de la apropiación hace que prefiera de momento conectar de una forma más sensible desde otro paradigma.  ¿Nos afectamos?”  wuwei ( 2015)




[1] Nótese también la ficción diferencial a la que hace referencia Butler entre sexo y género en ese libro.
[2] Cuya diferencia veo como ficticia siguiendo a Butler y a la corriente queer del postestructuralismo diferencial.

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