domingo, 20 de diciembre de 2015

Deconstrucción, Ciencia y Bisexualidad

A ver, piara... hacer LO OPUESTO NO ES lo mismo que DECONSTRUIR. ¿lo entendemos de una puta vez? - Juanjo 


En estas líneas trato de exponer lo que entiendo por deconstrucción y el porqué una aproximación al monosexismo desde la deconstrucción puede ofrecer nuevas posibilidades para recrearnos desde parámetros más empoderadores y placenteros.

Últimamente oigo y leo usar mucho el término “deconstrucción” o bien para reivindicarlo como herramienta de lucha o para criticarlo como elemento pernicioso. Sin embargo, me parece que muchas veces el cómo se entiende el término deconstrucción, independientemente de su uso, está basado en malentendidos que no responden a cómo la deconstrucción originariamente fue teorizada por su fundador, Jacques Derrida, en los años 60. Algunas veces se piensa que deconstruir es reforzar el otro conjunto de una construcción binaria, cuando realmente eso ayuda a consolidar un paradigma y no a deconstruirlo; otras veces se piensa que deconstruir es saltar todo por los aires, cuando eso sería destrucción o abbau, ya que deconstruir implica destruir y construir simultáneamente; deconstrucción es, ante todo, un proceso crítico, plural, creador y creativo. La deconstrucción tampoco es un método como tal sino una forma más de aproximarse a la realidad dentro de tantas otras que se encuentran dentro del paradigma postestructuralista. Desde la deconstrucción no se cree que haya una realidad totalmente azarosa e incongruente, como algunas veces se la ha caricaturizado, ni se sostiene tampoco que esa realidad sea exclusivamente dependiente de nuestra subjetividad, ya que eso sería idealismo subjetivo y no deconstrucción. La deconstrucción entiende, según lo veo yo, que los seres humanos estamos situados en discursos y no sólo aprehendemos la realidad a través de ellos sino que también la formamos a través de los mismos. Por el contrario, el pensar que podemos adoptar una postura neutra, libre de prejuicios, opiniones y valores ante una realidad externa al sujeto ( lo que la bióloga Donna Haraway llamó “truco divino”) es en sí una posición subjetiva propia del mundo occidental que intenta imponer una ideología específica o una forma de ver el mundo ya sea consciente o inconscientemente. Por ejemplo, la ciencia moderna occidental positivista opera, en general, con una lógica binaria subdividiendo a la humanidad en " hombres" y " mujeres". Sin embargo, el hablar de "hombre" o de "mujer" no es simplemente una forma de nombrar una realidad preexistente, también puede ser una forma de crear la realidad misma, o  sea que "hombre" y "mujer" no son meros conceptos descriptivos del lenguaje sino que más bien son conceptos performativos. El quid en la deconstrucción radica entonces en averiguar qué mecanismos de poder hay en los procesos genealógicos a través de los cuales definimos la realidad de esa manera y no de otra y cómo esos procesos van ligados al lenguaje mismo. Por ello, el hablar de una realidad existente fuera de nuestra conceptualización de la misma resultaría erróneo dentro de la deconstrucción como también sería problemático el partir axiomaticamente de ciertos conceptos sin ponerlos en perspectiva antes, precisamente porque para la deconstrucción, lo que entendemos por "concepto" es la elaboración final de un proceso dialéctico y nunca un punto de partida imparcial. Tampoco la definición de los conceptos podría nunca ser final dentro de una aproximación dentro del marco conceptual de la deconstrucción ya que habría una cadena interminable de significaciones que harían del concepto algo “diferidamente diferente” a través de lo que se conoce dentro de la deconstrucción como "différance". Por ejemplo, la “boca” sirve para hablar, para comer, para besar, para tener sexo, para entrar en el metro, es un foco de posible cáncer etc, es decir, no tiene un significado estable ni un uso completamente predeterminado, todo depende de otros significados y su relación con los mismos a partir de ciertas prácticas discursivas. No hay que irse más lejos que al manifiesto contra-sexual de Preciado para tener una idea de qué se entiende por différance  dentro de la deconstrucción.

Entiendo que todo esto pueda sonar bastante raro porque implica pensar de una manera totalmente diferente en relación a la con la que nos han acostumbrado a pensar, y también entiendo que se cuestione qué uso puede tener la deconstrucción en ámbitos tan dominados por el positivismo como son las ciencias. Las ciencias ocupan en muchos aspectos del mundo contemporáneo el estatus de tener la posición de garantes de la verdad última, universal e indiscutible como antiguamente lo hacía la teología en el mundo occidental, ello se debe al positivismo que se ha impuesto en muchas de ellas y no al carácter de las ciencias en sí, como se suele malinterpretar. El positivismo está basado en la creencia de que existe una verdad objetiva, que esa verdad preexiste y transciende al sujeto que la aprehende y que esa verdad puede obtenerse a través de la experiencia sensible interpretada a través de la razón y la lógica por medio del método científico que tiene un carácter falsificable y sintético. Esa verdad, en tanto que absoluta e imparcial en relación con cultura y valores, puede también ser generalizada y aplicada universalmente a través de leyes. Eso no acaba ahí, porque las conclusiones de la ciencia, desde esta visión, establecen el estándar legítimo a través del cual la totalidad de la realidad puede ser entendida y conceptualizada desmintiendo falsedades. Cuando algo “lo dice la ciencia” es algo que se suele aceptar, como antiguamente algo se aceptaba porque lo “decía la Biblia”. Sin embargo, aquí simplemente estamos hablando de dos regímenes de verdad diferentes que responden a diferentes paradigmas entre los cuales ha habido ( y habrá en relación con uno nuevo) una ruptura, como escribió el físico T. Kuhn en 1962 en su libro “la estructura de las revoluciones científicas”. Parece ser que cuestiones meta-científicas del campo de la filosofía de la ciencia relacionadas con qué es objetividad científica, qué es conocimiento, cómo se produce ese conocimiento, qué es la realidad, qué métodos usamos para entender esa realidad, cuales son los fundamentos y las implicaciones de la ciencia, qué sesgos etnocentricos hay en la misma y cual es el fin ultimo de la ciencia, no son planteadas rigurosamente en estudios de ciencias, haciendo que haya una falta de meta-reflexión y de consciencia de la terminología y metodología. Por ello, la ciencia lo que hace en muchos casos es perpetuar un sistema de valores y unos conceptos que son anteriores a ella misma. Por ejemplo, la ciencia occidental contemporánea ha invertido una gran cantidad de esfuerzo en entender las patologías sexuales, las desviaciones sexuales, las condiciones sexuales y, por último, las orientaciones sexuales diferentes a la heterosexualidad. Sin embargo, los términos usados como puntos de partida, como la “bisexualidad” no es que sean algo natural sino creaciones discursivas como expresó Foucault en sus tres volúmenes de su historia de la sexualidad.

Pese a todo, no hay que olvidar que los orígenes mismos de la deconstrucción están en la lógica difusa, en la mecánica cuántica, en la teoría del caos y en otros paradigmas científicos que cuestionaron la hegemonía del ego cogito de Descartes, el desarrollismo teleológico de Compte o la física tradicional de Newton. El padre de la mecánica cuántica, Niels Bohr, escribió ampliamente a principios del siglo XX contra ese cienticismo positivista al que he hecho referencia. Hoy en día hay personas que son científicas que elaboran teorías pioneras dentro de la deconstrucción siguiendo a Bohr, como la física Karen Barad. Sin embargo, el positivismo todavía tiene una posición que podríamos llamarle hegemónica en algunos campos como en la mayoría de las ciencias pero también en ciertas ramas de la filosofía, la historia, la sociología, la arquitectura etc. En esos ambientes a las personas que partimos de un paradigma anti-positivista o postestructuralista siempre se nos ha tachado de no ser rigurosas, precisamente porque el paradigma  presupuesto y compartido hegemónicamente por defecto suele ser el positivista. Ello conlleva a un alto grado de presión y de violencia simbólica epistémica contra las personas que no compartimos ese paradigma, que es difícil de explicar a quien no la viva. Para hablar un poco de bisexualidad, que es sobre lo que este blog trata, creo que es importante que pensemos, aquellas personas que estemos en esa doble posición de activistas y académicas, el cómo las elecciones y las prioridades en proyectos de investigación  pueden contribuir en perpetuar una opresión o no. Por ejemplo, el relativo poco interés de tratar la bisexualidad en el mundo académico responde a una ideología debido a la cual lo que " llegamos a saber" está muchas veces seleccionado de antemano ya que los conceptos con los cuales trabajamos responden a una construcción discursiva específica que establecen una trayectoria de investigación ya predeterminada como hemos visto en el caso de las “orientaciones sexuales”. En ese sentido, la deconstrucción puede ser muy valiosa al no dar por hecho el mundo que nos rodea, cuestionando a través de una perspectiva crítica y estructural nuestra propia forma de concebir ( es decir, de crear y entender simultáneamente) ese mundo. La deconstrucción, entendida en su forma original, siendo una critica de estructuras jerárquicas y binarias  y sus correspondientes regímenes falogocéntricos de verdad que adquieren un estatus solamente erradicando otras posibilidades que devienen en lo inexistente, puede ser un instrumento muy poderoso para combatir el monosexismo y sus intersecciones tanto en el campo personal como en el campo académico. wuwei escribió que el paradigma de la “orientación sexual” es de por sí monosexista (https://reflexionesdegeneradas.wordpress.com/tag/orientacion-sexual/ ),  la trampa es entonces que si investigamos dentro de las reglas que ese paradigma ha establecido sin cuestionarlas no habrá más cabida que la de reproducir el monosexismo y las personas bisexuales siempre seremos una intersección de los únicos conjuntos ontoepistemológicamente posibles. Por ello yo reivindico el uso correcto  de la deconstrucción y espero que con este texto haya contribuido, en lo buenamente posible, a que se entienda qué es lo que las personas que tenemos una aproximación deconstructivista de la realidad nos traemos entre manos y el porqué la deconstrucción, en asambleas, en manifiestos, en el ámbito académico, en ciencias y en letras y también en el amor y la amistad  resulta fundamental como herramienta para combatir el monosexismo y para tener una vida más feliz.




jueves, 1 de octubre de 2015

SER BISEXUAL - ESTAR BISEXUAL ( por una fenomenología dele otre)



Hace unos años  me encontré en una librería un libro que me llamó mucho la atención por su título: “identidades asesinas” de Amin Maalouf. Si bien cuando lo empecé a hojear me di cuenta de que el libro trataba de otra cosa de la que me esperaba, la primera impresión que recibí al leer el título se me quedó grabada en la mente, el estómago y el corazón. “Identidades asesinas” eso era lo que me estaba pasando a mí exactamente, y súbitamente un sudor frío se apoderó de mi piel.


En esa época me identificaba como homosexual no tanto porque yo me creyera el cuento de caperucita de que fuese homosexual sino más bien de cara al público como manera de expresar mi situación de una manera clara y concisa: estaba en una relación con otro hombre. El leer el título de Amin Maalouf fue para mí como una especie de claro de bosque zambriano; es decir, ese momento en el que de repente todo cobra un inefable sentido y la existencia se ve avivada a través de un encuentro que no viene precedido por una búsqueda.

Y es que la identidad homosexual me estaba asesinando. Me estaba asesinando al enajenarme de mí mismo, al alienarme del mundo, al reducir mi yo a algo que ni sentía ni creía, al hacerme vivir según las expectativas de otras personas negligiendo mis propias necesidades y así a través de un efecto bola de nieve, la identidad homosexual me estaba transportando a un absurdo, a un absurdo que en sus momentos más totalizadores y en sus trechos más largos y sombríos devenía en nihilismo, en un profundo vacío existencial.

Ser y existir son dos conceptos diferentes. Se puede ser sin existir y se puede existir sin ser. Don Quijote existe pero no es mientras que muchxs seres vivientes somos sin existir. En otras palabras , se puede tener una existencia auténtica o una existencia inauténtica. La autenticidad, existencialmente hablando, hace referencia al grado en el que se es fiel a la propia personalidad, espíritu o carácter, pese a las presiones externas. La autenticidad es también condición necesaria para tener un proyecto de vida feliz y sostenible. El monosexismo que yo vivía me hacía tener una existencia inauténtica y fútil.

Muchas personas bisexuales experimentan lo que se llama “doble conciencia”, es decir el por un lado ser conscientes de cómo nosotras nos identificamos y por otro cómo la sociedad monosexista nos lee. Gestionar el cómo nos identificamos y el cómo somos leidas es un proceso por el cual tiene que pasar de por vida toda persona perteneciente a un grupo minorizado. Cuando una persona bisexual sufre aislamiento de la comunidad y se ve embadurnada en arenas movedizas monosexistas esta persona está en una situación de peligro real.

El conocer la palabra “bisexualidad” abrió un abanico de posibilidades para mí, entre otras cosas porque yo no conocía a nadie que se identificase como tal, lo cual me permitió identificarme con el término según mis propias necesidades y premisas. La bisexualidad era, en esos momentos, un concepto vacío. El identificarme como bisexual fue una manera de escaparme del binarismo monosexista, de abrazar una línea de fuga y, a través de ella, de volver a respirar a través de un ejercicio de introspección cartesiana. Volví a estar en armonía conmigo mismo, empecé a tener sentimiento de libertad.


El monosexismo está basado en una lógica que sólo reconoce dos valores de verdad: A y B. Tanto A como B corresponden a dos conjuntos uniformes, antagónicos, jerárquicamente estructurados e interdependientes, sin el uno no existe el otro. El monosexismo es un sistema que intenta abarcar holísticamente la realidad y con ella la plenitud de la existencia, el conocimiento, la belleza o la ética que han de ser explicadas según sus prerrogativas. En este tipo de lógica binaria, sobre la cual está basada el monosexismo, no hay cabida a un tercer conjunto. A lo sumo puede haber una intersección entre el conjunto A y el B. La bisexualidad, desde esta óptica, es una intersección.


Sin embargo, este tipo de lógica suele caer en la falacia del "tercero excluido" cuando en realidad hay más de dos valores de verdad. El café puede estar caliente o frío pero también templado.  ¿ Es templado un estado menos verdadero o menos legítimo que frío o caliente? El sistema monosexista establece las categorías fundamentales de nuestro pensamiento a través de las cuales inteligimos y estructuramos el mundo. Estas categorías son condiciones que el entendimiento requiere para reconocer, diferenciar y clasificar el mundo. Por ello, al igual que es imposible percibir a través de nuestros sentidos un hipercubo de cuatro dimensiones en nuestro espacio tridimensional es también imposible para una mente monosexista percibir la bisexualidad. La bisexualidad se vuelve, en consecuencia,  en concepto transcendente, en una utopía o en una amenaza del orden establecido al romper la dialéctica binaria normal-anormal para constituirse como concepto para-normal, paralelo y ajeno a este mundo.

Por eso, la lógica monosexista conlleva la erradicación existencial de las personas bisexuales, no existimos como conjunto y cuando somos una intersección somos una intersección rara, confusa, un sucedáneo, una mentira, una traición, un proceso o incluso una invasión, intrusión, deslealtad y contaminación de un conjunto en otro, de un régimen de verdad en otro.

En principio, la herramienta de la bisibilización  usada por activistas bisexuales es buena para luchar contra la erradicación existencial monosexista, para establecer sinergias y solidaridad entre activistas bis y para construir comunidad. Sin embargo, es importante plantearse los pros y los contras de toda estrategia política, también dentro del movimiento bisexual. Por ejemplo, ¿bajo qué circunstancias es conveniente bisibilizarse?

Una persona bisexual que quiere pedir asilo político por orientación sexual no debería bisibilizarse como bisexual si quiere acceder al asilo. Una mujer bisexual en una fiesta con machirulos sexistas no debería bisibilizarse como bisexual si quiere evitar acoso sexual por hipersexualización. Un hombre bisexual que quiere contacto íntimo con otros hombres, mujeres o personas de otros sexos no debería, en determinadas ocasiones, bisibilizarse como bisexual si quiere llegar a tener dicho contacto, véase grindr, blendr, tindr etc. Una persona transexual bisexual no debería decir que es bisexual en determinados contextos cuando las autoridades le preguntan por su orientación sexual ya que el no ser heterosexual puede bajar las posibilidades por las que esta persona pueda tener acceso a cambiar el sexo y el nombre de su tarjeta de identificación personal ( por ejemplo en Dinamarca). Una persona de género queer bisexual no debería decir que es bisexual en determinadas situaciones donde su orientación sexual sea leída como binaria y se le imponga colectivamente, una vez más, violencia sexo-genérica junto a la heterodesignación interseccional de etiquetas invasivas. Una persona bisexual con pocos recursos y con un contrato precario no debería decir que es bisexual si ello implica que pueda ser despedida de su lugar de trabajo sin ningún amparo, y la lista podría continuar. Estos ejemplos ni son absolutos ni agotan las posibilidades de escenarios y tienen todos ellos tanto una base estructural como circunstancial. Tampoco quiero decir que las situaciones anteriores sean justas o moralmente justificables o que no haya que plantearles una respuesta contundente; lo que quiero decir es que cada unx de nosotrxs tendrá que tener en cuenta donde se bisibiliza y porqué ya que en un mundo estructurado y dominado por el monosexismo la posibilidad de sufrir violencia como persona no-monosexual es bastante alta en determinadas ocasiones. La bisibilidad no es siempre un acto seguro para nuestra integridad personal; muchas veces el que una persona bisexual pueda bisibilizarse no depende tanto del heroísmo o coraje propios de la persona sino de los privilegios que esta persona tenga. Por regla general cuantos más privilegios se tengan más fácil será bisibilizarse y cuantos menos privilegios se tengan más difícil será bisibilizarse, aunque también habrá que añadir otras variables para no reducirlo todo, una vez más, a una lógica simplista. En todo caso, creo que es preciso entender el monosexismo interseccionalmente en relación con otras estructuras de poder para así poder desarrollar estrategias políticas adecuadas que tengan en cuenta la complejidad de los mecanismos y dispositivos de poder y los procesos por los cuales se retroalimentan.

Otro problema que veo dentro del activismo bisexual no es tanto quién se bisibiliza o en base a qué privilegios se bisibiliza sino el porqué se bisibiliza. Hoy en día, es mi parecer, que el activismo bisexual está fuertemente empañado por una agenda identitaria en la cual la identidad bi se reivindica con orgullo y fuerza sin mucha más reflexión. Según mi experiencia, esto no fue el caso hace unos años, donde sentí una mayor prespectiva crítica y un mayor diálogo multipolar por parte de diverses activistas gracias, entre otros motivos, al tipo de espacios facilitados por las personas que, entonces, tomaron responsabilidad para crearlos; aquí estoy hablando de mi realidad cercana. Si bien entiendo y muestro mi solidaridad ante los actos recientes del 23 de Septiembre por la bisibilidad bisexual siento que la identidad bisexual se está volviendo una identidad asesina para mí. La animadversión que sentí en su día hacia la etiqueta homosexual es la que empiezo a sentir últimamente hacia la etiqueta bisexual. En vez de ser una identidad usada para aproximarnos y entender la realidad como fue hace unos años hoy en día, por diferentes motivos, se ha convertido en la realidad misma. Una realidad que llevamos con nosotrxs de una manera innata y esencial y que hay que bisibilizar, como una especie de noúmeno kantiano. Por ello gran parte del activismo bisexual hoy en día combina la falta de espíritu crítico frente a determinados presupuestos en los cuales está basado el mismo y los cuales devienen en dogma con objetivos netamente prácticos que puedan ser visualizados, medidos y registrados.

Para mi la bisexualidad reflexionándolo bien y siendo fiel a mis sentimientos no tiene nada que ver con algo innato o algo que yo “soy”. ¿ Por qué tiene que ser la verdad última algo siempre estático y no algo en movimiento o en perpetuo cambio? Lo que para mi cobra sentido realmente es el “estar bisexual”, el estar con amantes, el estar con personas que quiero, el estar cuestionando normas, el estar aquí y ahora, ese estar que considero principio ontológico de mi existencia al contrario de ese ser que es inmóvil, absolutista, axiomático, monológico y totalizador. No quiero ser bisexual según una agenda apalabrada y acordada y que considero ajena a mis necesidades principales, quiero estar bisexual para poder habitar este mundo.

El problema que veo unido al activismo bisexual desde esta perspectiva que planteo es que no llega del todo a cuadrar. Desde una aproximación diacrónica podemos ver que las reivindicaciones de derechos hechas hoy en día tienen su origen en la revolución francesa y concretamente en la declaración de “los derechos del hombre y del ciudadano” - que ya en su día fue contestada por figuras como Olympe de Gouges. Estos derechos están planteados desde una perspectiva individualista donde cada sujeto es portador de ciertos derechos inalienables por contrato social o por nacimiento. ¿Pero qué pasa cuando el ser de ese individuo se desvanece? ¿ Cómo podemos hablar de esos derechos desde una perspectiva del estar? Entonces las estrategias a través de las cuales coordinamos nuestro activismo han de cambiar y necesitamos mirar a nuevos modelos normativos que les otorguen sentido y legitimidad. Por ejemplo, Karen Barad ha roto de una manera muy elocuente el binarismo existencia-conocimiento. Según Barad, somos lo que conocemos y conocemos según lo que somos, lo cual tiene mucho sentido a la hora de entender cómo el monosexismo funciona desde su lógica propia. Por otro lado si miramos a Emmanuel Lévinas, él reivindicó la figura del otro, del otro cuando está en conexión con el yo, del yo que se siente reflejado en el otro, del yo que se entiende a través del otro. Cuando el “otro” no es entendido de una manera individualista y atomizable cuando lo que se reivindica es el estar juntes y no el ser A o B, entonces se pueden abrir puertas a la solidaridad, al entendimiento y al respeto colectivo. Propuestas como las de Barad o Levinas rompen con el paradigma ético-político que prevalece y nos ayudan a ver nuestro yo de una manera más intersubjetiva, empática y relacional para superar el aislamiento existencial. Pero para ello creo que la comunidad bisexual ha de replantearse algunas verdades asumidas y emprender un proceso propio de deconstrucción ya que la lógica que alimenta al monosexismo está también, de cierta manera, en nuestras filas. 


Por ejemplo, la bandera bisexual diseñada por Michael Page en 1998 es, desde mi punto de vista, una bandera binaria cuyo diseño estuvo basada en los triángulos superpuestos que activistas bisexuales usaban con anterioridad.




Los colores lavanda, magenta y azul de la bandera bisexual han sido interpretados de diferentes maneras sin que Michael Page se haya pronunciado mucho al respecto. Mi interpretación es que Michael Page partía de una norma patriarcal en la que lo azul representaba la atracción hacia el “mismo género” ( él mismo siendo un varón cis), lo magenta hacia “el sexo opuesto” y el lavanda a la intersección de ambos deseos.  Por eso a las personas bis nos suele gustar más el lavanda y es el color con el que nos solemos bisibilizar. El tipo de lógica usado por Michael Page para diseñar la bandera bi responde al mismo tipo de lógica binaria sobre la cual el monosexismo está basado: dos conjuntos y una intersección. De igual manera que la oposición monosexual versus bisexual responde, una vez más, al mismo tipo de lógica binaria. Dentro de este sistema no hay cabida, por ejemplo, a más orientaciones sexuales que a dos, por lo cual las personas pansexuales necesariamente han de ser bisexuales si no son monosexuales.

Otro tema es el 23 de septiembre, día internacional de la bisibilidad bisexual,  donde se celebra la bisibilidad bisexual porque es cuando nació Freud que fue la primera persona que habló sobre bisexualidad, propiamente dicho. Pero es qué ¿ se puede hablar de bisexualidad antes de que el discurso clínico empezase a patologizar a las personas bisexuales y heterodesignarlas como tales? Para Freud la bisexualidad era una orientación sexual que carecía de un desarrollo completo siendo un puente hacia la heterosexualidad ( desarrollo sano) o la homosexualidad ( desarrollo insalubre). Antes de Freud hubo personas como Kraft Eibing que hablaron del hermafroditismo psíquico refiriéndose a lo que hoy entendemos por bisexualidad, ¿ también habría que celebrar su nacimiento?

Con esto no quiero  decir que las personas bisexuales hayan resignificado hábilmente los símbolos, los términos y las fechas con los cuales se identifican y que no es más, que una estrategia del monosexismo, el insistir que la bisexualidad en sí es binaria y que las personas bis no existen.

Con este texto no quiero tampoco imponer mi interpretación sobre que es la bisexualidad ni desligitimar un movimiento político que tiene su propia raison d’être, sino que deseo poner en perspectiva e ilustrar que las estructuras de poder como el sexismo, el monosexismo, el racismo y tantas otras nos preceden y forman una madeja abstracta a  través de la cual, inconscientemente, damos sentido y significado al mundo y no lo contrario. Por ello es necesario un activismo crítico. Somos seres-en-el-mundo y no por ser bisexuales quiere decir que nos zafemos como por arte de birlibirloque del monosexismo, al igual que el monosexismo no es intencionado en la mayoría de los casos sino que es relacional, simbólico e intangible desde un punto de vista cuantitativo; aquellas personas que ejercen opresión monosexista en muchos de los casos no saben que la están ejerciendo lo cual, aunque tampoco excusa sus actos, sí nos que puede hacer pensar posibles respuestas ante situaciones de violencia específicas.


Pienso que la comunidad bisexual a través de un estamos y teniendo en cuenta la realidad propia y conjunta de todes nosotres no de una manera apriorística como una esencia que nos precede identitariamente sino como una realidad construida, plural y en continuo cambio orgánico en su dialéctica propia con el monosexismo y otras estructuras de poder, podemos coordinar estrategias útiles y eficaces contra el mismo. Pero es importante el pensarse qué tipo de estrategias y su porqué ético-político así como sobre qué premisas están basadas de tal manera que repercutan en la felicidad y emancipación de las personas y no en un nuevo sistema asfixiante y totalizador que reafirme otras estructuras de poder y que, en última instancia, se vuelva en una nueva identidad asesina.