Hace unos años me encontré
en una librería un libro que me llamó mucho la atención por su título:
“identidades asesinas” de Amin Maalouf. Si bien cuando lo empecé a hojear me di
cuenta de que el libro trataba de otra cosa de la que me esperaba, la primera
impresión que recibí al leer el título se me quedó grabada en la mente, el
estómago y el corazón. “Identidades asesinas” eso era lo que me estaba pasando
a mí exactamente, y súbitamente un sudor frío se apoderó de mi piel.
En esa época me identificaba
como homosexual no tanto porque yo me creyera el cuento de caperucita de que
fuese homosexual sino más bien de cara al público como manera de expresar mi
situación de una manera clara y concisa: estaba en una relación con otro
hombre. El leer el título de Amin Maalouf fue para mí como una especie de claro
de bosque zambriano; es decir, ese momento en el que de repente todo cobra un
inefable sentido y la existencia se ve avivada a través de un encuentro que no
viene precedido por una búsqueda.
Y es que la identidad homosexual
me estaba asesinando. Me estaba asesinando al enajenarme de mí mismo, al
alienarme del mundo, al reducir mi yo a algo que ni sentía ni creía, al hacerme
vivir según las expectativas de otras personas negligiendo mis propias
necesidades y así a través de un efecto bola de nieve, la identidad homosexual
me estaba transportando a un absurdo, a un absurdo que en sus momentos más
totalizadores y en sus trechos más largos y sombríos devenía en nihilismo, en
un profundo vacío existencial.
Ser y existir son dos conceptos
diferentes. Se puede ser sin existir y se puede existir sin ser. Don Quijote
existe pero no es mientras que muchxs seres vivientes somos sin existir. En
otras palabras , se puede tener una existencia auténtica o una existencia
inauténtica. La autenticidad, existencialmente hablando, hace referencia al
grado en el que se es fiel a la propia personalidad, espíritu o carácter, pese
a las presiones externas. La autenticidad es también condición necesaria para
tener un proyecto de vida feliz y sostenible. El monosexismo que yo vivía me
hacía tener una existencia inauténtica y fútil.
Muchas personas bisexuales
experimentan lo que se llama “doble conciencia”, es decir el por un lado ser
conscientes de cómo nosotras nos identificamos y por otro cómo la sociedad
monosexista nos lee. Gestionar el cómo nos identificamos y el cómo somos leidas
es un proceso por el cual tiene que pasar de por vida toda persona
perteneciente a un grupo minorizado. Cuando una persona bisexual sufre
aislamiento de la comunidad y se ve embadurnada en arenas movedizas monosexistas
esta persona está en una situación de peligro real.
El conocer la palabra
“bisexualidad” abrió un abanico de posibilidades para mí, entre otras cosas
porque yo no conocía a nadie que se identificase como tal, lo cual me permitió
identificarme con el término según mis propias necesidades y premisas. La
bisexualidad era, en esos momentos, un concepto vacío. El identificarme como
bisexual fue una manera de escaparme del binarismo monosexista, de abrazar una
línea de fuga y, a través de ella, de volver a respirar a través de un
ejercicio de introspección cartesiana. Volví a estar en armonía conmigo mismo,
empecé a tener sentimiento de libertad.
El monosexismo
está basado en una lógica que sólo reconoce dos valores de verdad: A y B. Tanto
A como B corresponden a dos conjuntos uniformes, antagónicos, jerárquicamente
estructurados e interdependientes, sin el uno no existe el otro. El monosexismo
es un sistema que intenta abarcar holísticamente la realidad y con ella la
plenitud de la existencia, el conocimiento, la belleza o la ética que han de ser
explicadas según sus prerrogativas. En este tipo de lógica binaria, sobre la
cual está basada el monosexismo, no hay cabida a un tercer conjunto. A lo sumo
puede haber una intersección entre el conjunto A y el B. La bisexualidad, desde
esta óptica, es una intersección.
Sin embargo, este
tipo de lógica suele caer en la falacia del "tercero excluido" cuando en realidad
hay más de dos valores de verdad. El café puede estar caliente o frío pero
también templado. ¿ Es templado un estado menos verdadero o menos legítimo que frío o
caliente? El sistema monosexista establece las categorías fundamentales de
nuestro pensamiento a través de las cuales inteligimos y estructuramos el
mundo. Estas categorías son condiciones que el entendimiento requiere para
reconocer, diferenciar y clasificar el mundo. Por ello, al igual que es imposible
percibir a través de nuestros sentidos un hipercubo de cuatro dimensiones en
nuestro espacio tridimensional es también imposible para una mente monosexista
percibir la bisexualidad. La bisexualidad se vuelve, en consecuencia, en
concepto transcendente, en una utopía o en una amenaza del orden establecido al romper la dialéctica binaria normal-anormal para constituirse
como concepto para-normal, paralelo y ajeno a este mundo.
Por eso, la lógica monosexista
conlleva la erradicación existencial de las personas bisexuales, no existimos
como conjunto y cuando somos una intersección somos una intersección rara,
confusa, un sucedáneo, una mentira, una traición, un proceso o incluso una
invasión, intrusión, deslealtad y contaminación de un conjunto en otro, de un
régimen de verdad en otro.
En principio, la herramienta de
la bisibilización usada por activistas bisexuales es buena para luchar
contra la erradicación existencial monosexista, para establecer sinergias y
solidaridad entre activistas bis y para construir comunidad. Sin embargo, es
importante plantearse los pros y los contras de toda estrategia política,
también dentro del movimiento bisexual. Por ejemplo, ¿bajo qué circunstancias
es conveniente bisibilizarse?
Una persona bisexual que quiere
pedir asilo político por orientación sexual no debería bisibilizarse como
bisexual si quiere acceder al asilo. Una mujer bisexual en una fiesta con
machirulos sexistas no debería bisibilizarse como bisexual si quiere evitar
acoso sexual por hipersexualización. Un hombre bisexual que quiere contacto
íntimo con otros hombres, mujeres o personas de otros sexos no debería, en
determinadas ocasiones, bisibilizarse como bisexual si quiere llegar a tener
dicho contacto, véase grindr, blendr, tindr etc. Una persona transexual
bisexual no debería decir que es bisexual en determinados contextos cuando las
autoridades le preguntan por su orientación sexual ya que el no ser
heterosexual puede bajar las posibilidades por las que esta persona pueda tener
acceso a cambiar el sexo y el nombre de su tarjeta de identificación personal (
por ejemplo en Dinamarca). Una persona de género queer bisexual no debería
decir que es bisexual en determinadas situaciones donde su orientación sexual
sea leída como binaria y se le imponga colectivamente, una vez más, violencia
sexo-genérica junto a la heterodesignación interseccional de etiquetas invasivas. Una persona
bisexual con pocos recursos y con un contrato precario no debería decir que es
bisexual si ello implica que pueda ser despedida de su lugar de trabajo sin
ningún amparo, y la lista podría continuar. Estos ejemplos ni son absolutos ni
agotan las posibilidades de escenarios y tienen todos ellos tanto una base estructural como circunstancial. Tampoco quiero decir que las
situaciones anteriores sean justas o moralmente justificables o que no haya que
plantearles una respuesta contundente; lo que quiero decir es que cada unx de
nosotrxs tendrá que tener en cuenta donde se bisibiliza y porqué ya que en un
mundo estructurado y dominado por el monosexismo la posibilidad de sufrir
violencia como persona no-monosexual es bastante alta en determinadas
ocasiones. La bisibilidad no es siempre un acto seguro para nuestra integridad
personal; muchas veces el que una persona bisexual pueda bisibilizarse no
depende tanto del heroísmo o coraje propios de la persona sino de los
privilegios que esta persona tenga. Por regla general cuantos más privilegios
se tengan más fácil será bisibilizarse y cuantos menos privilegios se tengan
más difícil será bisibilizarse, aunque también habrá que añadir otras variables
para no reducirlo todo, una vez más, a una lógica simplista. En todo caso, creo
que es preciso entender el monosexismo interseccionalmente en relación con
otras estructuras de poder para así poder desarrollar estrategias políticas
adecuadas que tengan en cuenta la complejidad de los mecanismos y dispositivos
de poder y los procesos por los cuales se retroalimentan.
Otro problema que veo dentro del
activismo bisexual no es tanto quién se bisibiliza o en base a qué privilegios
se bisibiliza sino el porqué se bisibiliza. Hoy en día, es mi parecer, que el
activismo bisexual está fuertemente empañado por una agenda identitaria en la
cual la identidad bi se reivindica con orgullo y fuerza sin mucha más
reflexión. Según mi experiencia, esto no fue el caso hace unos años, donde sentí una mayor
prespectiva crítica y un mayor diálogo multipolar por parte de diverses activistas gracias, entre otros motivos, al tipo de espacios facilitados por las personas
que, entonces, tomaron responsabilidad para crearlos; aquí estoy hablando de mi
realidad cercana. Si bien entiendo y muestro mi solidaridad ante los actos
recientes del 23 de Septiembre por la bisibilidad bisexual siento que la
identidad bisexual se está volviendo una identidad asesina para mí. La
animadversión que sentí en su día hacia la etiqueta homosexual es la que
empiezo a sentir últimamente hacia la etiqueta bisexual. En vez de ser una
identidad usada para aproximarnos y entender la realidad como fue hace unos
años hoy en día, por diferentes motivos, se ha convertido en la realidad misma. Una
realidad que llevamos con nosotrxs de una manera innata y esencial y que hay
que bisibilizar, como una especie de noúmeno kantiano. Por ello gran parte del
activismo bisexual hoy en día combina la falta de espíritu crítico frente a
determinados presupuestos en los cuales está basado el mismo y los cuales devienen en dogma con objetivos netamente prácticos que puedan ser
visualizados, medidos y registrados.
Para mi la bisexualidad
reflexionándolo bien y siendo fiel a mis sentimientos no tiene nada que ver con
algo innato o algo que yo “soy”. ¿ Por qué tiene que ser la verdad última algo
siempre estático y no algo en movimiento o en perpetuo cambio? Lo que para mi
cobra sentido realmente es el “estar bisexual”, el estar con amantes, el estar
con personas que quiero, el estar cuestionando normas, el estar aquí y ahora,
ese estar que considero principio ontológico de mi existencia al contrario de
ese ser que es inmóvil, absolutista, axiomático, monológico y totalizador. No
quiero ser bisexual según una agenda apalabrada y acordada y que considero
ajena a mis necesidades principales, quiero estar bisexual para poder habitar
este mundo.
El problema que veo unido al activismo
bisexual desde esta perspectiva que planteo es que no llega del todo a cuadrar.
Desde una aproximación diacrónica podemos ver que las reivindicaciones de
derechos hechas hoy en día tienen su origen en la revolución francesa y
concretamente en la declaración de “los derechos del hombre y del ciudadano” -
que ya en su día fue contestada por figuras como Olympe de Gouges. Estos
derechos están planteados desde una perspectiva individualista donde cada
sujeto es portador de ciertos derechos inalienables por contrato social o por
nacimiento. ¿Pero qué pasa cuando el ser de ese individuo se desvanece? ¿ Cómo
podemos hablar de esos derechos desde una perspectiva del estar? Entonces las
estrategias a través de las cuales coordinamos nuestro activismo han de cambiar
y necesitamos mirar a nuevos modelos normativos que les otorguen sentido y
legitimidad. Por ejemplo, Karen Barad ha roto de una manera muy elocuente el
binarismo existencia-conocimiento. Según Barad, somos lo que conocemos y
conocemos según lo que somos, lo cual tiene mucho sentido a la hora de entender
cómo el monosexismo funciona desde su lógica propia. Por otro lado si miramos a
Emmanuel Lévinas, él reivindicó la figura del otro, del otro cuando está en
conexión con el yo, del yo que se siente reflejado en el otro, del yo que se
entiende a través del otro. Cuando el “otro” no es entendido de una manera
individualista y atomizable cuando lo que se reivindica es el estar juntes y no
el ser A o B, entonces se pueden abrir puertas a la solidaridad, al
entendimiento y al respeto colectivo. Propuestas como las de Barad o Levinas
rompen con el paradigma ético-político que prevalece y nos ayudan a ver nuestro
yo de una manera más intersubjetiva, empática y relacional para superar el
aislamiento existencial. Pero para ello creo que la comunidad bisexual ha de
replantearse algunas verdades asumidas y emprender un proceso propio de
deconstrucción ya que la lógica que alimenta al monosexismo está también, de
cierta manera, en nuestras filas.
Por ejemplo, la
bandera bisexual diseñada por Michael Page en 1998 es, desde mi punto de vista,
una bandera binaria cuyo diseño estuvo basada en los triángulos superpuestos
que activistas bisexuales usaban con anterioridad.
Los colores lavanda, magenta y
azul de la bandera bisexual han sido interpretados de diferentes maneras sin
que Michael Page se haya pronunciado mucho al respecto. Mi interpretación es
que Michael Page partía de una norma patriarcal en la que lo azul representaba la
atracción hacia el “mismo género” ( él mismo siendo un varón cis), lo magenta
hacia “el sexo opuesto” y el lavanda a la intersección de ambos deseos.
Por eso a las personas bis nos suele gustar más el lavanda y es el color con el
que nos solemos bisibilizar. El tipo de lógica usado por Michael Page para
diseñar la bandera bi responde al mismo tipo de lógica binaria sobre la cual el
monosexismo está basado: dos conjuntos y una intersección. De igual manera que
la oposición monosexual versus bisexual responde, una vez más, al mismo tipo de
lógica binaria. Dentro de este sistema no hay cabida, por ejemplo, a más
orientaciones sexuales que a dos, por lo cual las personas pansexuales
necesariamente han de ser bisexuales si no son monosexuales.
Otro tema es el 23 de septiembre,
día internacional de la bisibilidad bisexual, donde se celebra la
bisibilidad bisexual porque es cuando nació Freud que fue la primera persona
que habló sobre bisexualidad, propiamente dicho. Pero es qué ¿ se puede hablar
de bisexualidad antes de que el discurso clínico empezase a patologizar a las
personas bisexuales y heterodesignarlas como tales? Para Freud la bisexualidad
era una orientación sexual que carecía de un desarrollo completo siendo un
puente hacia la heterosexualidad ( desarrollo sano) o la homosexualidad (
desarrollo insalubre). Antes de Freud hubo personas como Kraft Eibing que
hablaron del hermafroditismo psíquico refiriéndose a lo que hoy entendemos por
bisexualidad, ¿ también habría que celebrar su nacimiento?
Con esto no quiero decir
que las personas bisexuales hayan resignificado hábilmente los símbolos, los
términos y las fechas con los cuales se identifican y que no es más, que una
estrategia del monosexismo, el insistir que la bisexualidad en sí es binaria y
que las personas bis no existen.
Con este texto no quiero tampoco
imponer mi interpretación sobre que es la bisexualidad ni desligitimar un
movimiento político que tiene su propia raison d’être, sino que deseo poner en
perspectiva e ilustrar que las estructuras de poder como el sexismo, el
monosexismo, el racismo y tantas otras nos preceden y forman una madeja
abstracta a través de la cual, inconscientemente, damos sentido y significado
al mundo y no lo contrario. Por ello es necesario un activismo crítico. Somos seres-en-el-mundo y no por ser bisexuales
quiere decir que nos zafemos como por arte de birlibirloque del monosexismo, al
igual que el monosexismo no es intencionado en la mayoría de los casos sino que
es relacional, simbólico e intangible desde un punto de vista cuantitativo;
aquellas personas que ejercen opresión monosexista en muchos de los casos no
saben que la están ejerciendo lo cual, aunque tampoco excusa sus actos, sí nos
que puede hacer pensar posibles respuestas ante situaciones de violencia específicas.
Pienso que la comunidad
bisexual a través de un estamos y teniendo en cuenta la realidad propia y
conjunta de todes nosotres no de una manera apriorística como una esencia que
nos precede identitariamente sino como una realidad construida, plural y en continuo cambio
orgánico en su dialéctica propia con el monosexismo y otras estructuras de
poder, podemos coordinar estrategias útiles y eficaces contra el mismo. Pero es
importante el pensarse qué tipo de estrategias y su porqué ético-político así
como sobre qué premisas están basadas de tal manera que repercutan en la
felicidad y emancipación de las personas y no en un nuevo sistema asfixiante y
totalizador que reafirme otras estructuras de poder y que, en última instancia, se vuelva en una nueva identidad asesina.
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