¿Qué diferencia hay entre alacranes y escorpiones y por qué resulta esta
pregunta interesante en un blog sobre bisexualidad?
Las palabras que usamos pueden ser
entendidas de dos maneras diferentes. Por un lado tenemos la visión positivista-esencialista
que adscribe de una manera fija un significante a un significado y a un
referente. Así cada palabra tiene su forma adecuada de ser escrita y
pronunciada ( significante), un ente –abstracto o no - al cual hace referencia (
referente) y una definición válida de la misma ( significado). Esta visión positivista-esencialista
no está muy interesada en genealogías ni en narrativas sino que se centra en
una perspectiva objetiva, única y
generalizable no vinculada a cambios u otros aspectos contingentes. Cuando una
persona te corrige tu forma de escribir porque desde su perspectiva has escrito
una “falta de ortografía”, cuando una persona mira en el diccionario la
“definición válida” de una palabra (para invalidar otras), cuando una persona
niega a otra su identidad porque no se adapta a una definición “dada”…. esta
persona está partiendo de esta forma positivista-esencialista de entender las
palabras.
Por otro lado tenemos la visión
constructivista que tiene en cuenta el origen y el devenir de las palabras así
como sus contextos y relaciones. Dentro de esta visión constructivista la
relación entre significante, significado y referente es contingente y las
palabras pueden coexistir con sus fluctuaciones y desavenencias.
Desde estas dos formas de
entender las palabras ¿qué diferencia hay entre bisexualidad y pansexualidad?
Esta pregunta que yo creía ya zanjada hace muchos años parece ser que ha
recobrado, una vez más, su vigor lo cual es un indicio de que el monosexismo,
como estructura de poder, no solo nos constituye existencialmente (
ontológicamente) sino que también determina nuestra manera de entender y ver la
realidad misma ( epistemológicamente). Por ello, mientras el monosexismo no sea
superado por otro paradigma seguiremos hablando una y otra vez sobre los
“problemas” que plantea el monosexismo sin encontrar respuestas concluyentes,
porque el problema es el monosexismo mismo.
Por eso aquí estamos de nuevo en un
punto muerto. Las personas que no nos identificamos como monosexuales tenemos
una maldición que nos sigue tácitamente. La maldición consiste en que no solo
nuestra identidad, no solo nuestra subjetividad, no solo nuestros deseos
eróticos y nuestras formas de crear un vínculo afectivo con otras personas son invalidadas
y erradicadas sino que también todo aquello que construyamos en su base es
destruido por el monosexismo . El monosexismo tiene un carácter holístico y
afecta, en consecuencia, a todos los aspectos de nuestra creación y devenir existencial.
Mientras sigamos en las fauces de su paradigma todos sus mecanismos psíquicos
de poder nos harán siempre volver a un punto muerto: borrón y más de lo mismo.
Una definición
positivista-esencialista de la bisexualidad
y de la pansexualidad podría ser que la bisexualidad es la atracción a
dos géneros o sexos mientras que la pansexualidad es la atracción a las
personas independientemente de su género o sexo. Detrás de esta definición hay
un claro sesgo monosexista que vincula de una manera necesaria la atracción de
las personas a géneros o sexos. En realidad hay varios factores que juegan un
papel importante en la atracción que sentimos hacia otras personas más allá del
género o el sexo como, por ejemplo, la empatía, la complicidad, el color de
unos ojos, la intensidad de una mirada, el olor, la estatura, la sonrisa, el
volumen corporal y un largo etcétera. Para las personas monosexuales todos esos
factores van adscritos a un género o sexo mientras que para las personas no
monosexuales no necesariamente. Presuponer que la atracción entre personas
tiene una base que es el género o el sexo es reducir la atracción a un discurso
biologicista de origen religioso. El razonamiento es tan básico como el
siguiente: Las personas se pueden dividir entre hombres y mujeres, no porque lo
diga la biología ( que lo desmiente) sino porque lo dice la religión ( Adam y
Eva). Ya ahí partimos de una premisa religiosa incuestionada que justificamos
de una manera pseudocientífica con un discurso biologicista. Los hombres son
hombres, entre otras cosas, porque les gustan las mujeres y viceversa. Esto lo
podemos ver al fijarnos en los genitales mismos de “ambos” sexos que se
complementan de forma “natural”.
De esto se deriva la idea de que
nos reproducimos simplemente por instinto; lo demás es ir “contra natura”.
Presuponer que las personas tenemos una especie de ciclo estral y un instinto
reproductivo es, de hecho, un error bastante grave porque si la sexualidad de
las personas se define por algo es precisamente por carecer de ciclo estral y
de instinto. Querer echar un polvo con alguien no tiene nada que ver con un “instinto”,
sino que hay otros factores que tienen una función erótico-determinante; de la
misma manera querer “reproducirse” ( o tener hijes) no está en absoluto
vinculado con una orientación sexual determinada.
Bueno, pues todo esta patraña que
no tiene ni pies ni cabeza más que para justificar privilegios y opresión es lo
que todavía se acepta como base a la hora de hablar sentimientos, atracción,
libido y otros aspectos de la vida emocional y erótica de las personas
bisexuales: nos gustan dos géneros/sexos o todos los géneros/sexos o las
personas independientemente de los mismos. Si no entendemos la bisexualidad
dentro del paradigma monosexual, si seguimos diciendo que la bisexualidad
transciende o cuestiona el paradigma monosexual estaremos cayendo una y otra
vez en el mismo error porque aunque el activismo antimonosexista lucha,
obviamente, contra el monosexismo no puede ser tampoco entendido fuera del
mismo
Vayamos ahora a los alacranes y a
los escorpiones. Dentro de todas las palabras que habitan en el castellano
tenemos la palabra “alacrán” que es una palabra que viene del árabe hispánico (al‘aqráb
عقرب) pero el
castellano también dispone de la palabra escorpión proveniente del latin (
scorpio/onis). ¿ Cuál es la diferencia entre alacrán y escorpión? Esta pregunta
podría bastar para que se escribiesen artículos y se desarrollasen
investigaciones al respecto si no captamos desde un primer momento la trampa epistemológica
que lleva implícita. Hasta 1613 tanto alacrán como escorpión hacían referencia al
mismo animal en dos lenguas que cohabitaban en un mismo territorio peninsular:
castellano y árabe. Aunque se hubiera perdido el árabe hispánico en la
península ibérica a principios del siglo XVII la palabra “alacrán” se conservó
en el acervo lingüístico del castellano ( como en el del catalán “alacrà” y en
el del gallego “alacrán”) en condiciones iguales que el término latino “escorpión.”
Ello hizo que el mismo animal se denominase de dos maneras diferentes o, en
términos lingüísticos, que dos significantes o conjuntos de letras y su imagen
acústica compartiesen un único significado y referente. A este caso podemos
añadirle el de otras palabras como neumonía y pulmonía, migraña y jaqueca,
odontólogo y dentista, aceituno y olivo o ajonjolí y sésamo. Su diferencia
radica, al igual que en el caso de escorpión y alacrán, en que la lengua de
origen es diferente mientras que el significado y el referente ( el ente
referencial) es el mismo. O sea que son términos sinónimos.
A todas estas palabras
mencionadas podríamos añadir el dúo bisexualidad-pansexualidad no ya porque
provengan de dos idiomas diferentes ( aunque en principio bisexualidad tiene un
prefijo latino y pansexualidad uno griego) sino porque estas palabras no tienen
un significado y un referente necesariamente diferenciado sino contingentemente
diferenciado, es decir, que puede darse el caso o no de que su uso sea sinónimo.
Todo depende de si partimos de la idea positivista-esencialista de que a cada
significante le corresponde un significado y un referente o la constructivista
de que no. Por eso todas las discusiones basadas en un ámbito o nivel de definiciones
se entienden mejor si damos un paso atrás y las vemos desde sus parámetros
epistemológicos. ¿ Son positivistas-esencialistas? ¿ Son constructivistas?
Al monosexismo en su lógica
binaria con la que opera le viene muy bien enfrentar bisexualidad con
pansexualidad porque así se separa y desestabiliza la lucha plurisexual
obligándonos a aceptar el paradigma binario monosexual, incluso, para
autodefinirnos.
Pero entonces ¿hay alguna
diferencia entre pansexualidad y bisexualidad? El problema en parte radica cuando
entendemos nuestra existencia reducida en definiciones que solo hablan el
lenguaje estático del “ser”: La bisexualidad es X mientras que la pansexualidad
es Y. De esta manera olvidamos un valor ontológico que cohabita con el “ser” y que
resulta fundamental para todo grupo minorizado para su supervivencia que es el
del “estar”. El estar supone el devenir, lo que se construye conjuntamente, el
compartir, la empatía y la porosidad. Nos gusta estar solos pero también
buscamos la compañía con el otro en el estar. Desde una perspectiva del estar
más que del ser podemos ver otra forma de entender la bisexualidad y la
pansexualidad no ya como categorías separadas y enfrentadas ya sea desde un
punto de partida positivista-esencialista o constructivista sino como el
producto autodefinido de una colectividad construida por procesos políticos en
donde el afecto, el cariño, la solidaridad y ciertos referentes comunes
establecidos por una opresión compartida juegan un papel generador.
Desde ese valor modal del “estar”
las palabras pueden cobrar un significado nuevo en tanto que voz de una
colectividad. Entonces es la colectividad la que define la palabra y no la
palabra la colectividad. En castellano, por ejemplo, hay dos palabras para
referirnos al día después del sábado y antes del lunes. Tales palabras son domingo o día del señor ( del latin
domine dies) o alhát que viene del
árabe “uno” al ser el primer día de la semana ( en portugués el martes ya es el
día segundo o segunda-feira). La palabra “domingo” no es usada, por ejemplo, en
judeoespañol o ladino. De la misma manera, la palabra para hacer referencia a
la divinidad monoteísta también tiene dos formas en castellano. Los cristianos,
y los descendientes de los mismos secularizados, usan la palabra dios que hace referencia al dios como
ente plural ( la trinidad), mientras que los judíos usan la palabra dio en singular y, en general, con el
articulo determinado delante. Cuando los judíos recitan la Shemah mencionan
“dio es uno”. Pues bien, esto nos ilustra que diferentes grupos de hablantes
resimbolizan y resignifican diferentes términos e incluso crean nuevos de
acuerdo con sus necesidades propias precisamente porque la realidad es
percibida de forma diferente. De esta forma vemos que las palabras no tienen
una definición intrínseca sino que son las personas las que otorgan a estas
palabras de significado por afinidad entre ellas mismas y como forma de
visibilizar una colectividad. Hay personas pansexuales que entienden su
subjetividad afectivo-sexual como diferente a la de las personas bisexuales y
viceversa.
Las palabras pueden evolucionar
su significado también. Por ejemplo, lo que antiguamente era un “salario” (
término originariamente relacionado con el pago en sal) no es lo que se
corresponde con lo que en general se entiende con ese término hoy en día. También
podría mencionar que una oca ( del latin auca), en principio, es el mismo
animal que ganso ( del gótico gans); sin embargo, con el tiempo el uso de ambas
palabras se fue diferenciando lo que hizo que ahora, en determinados registros,
tengan un significado diferente. Por
ejemplo, en general se entiende que la oca es un ganso domesticado y que un
ganso es una oca silvestre. Las palabras han de ser entendidas dentro de una
narrativa que una mera definición no puede abarcar porque las definiciones
frenan y fijan. Lo que una persona puede entender como bisexual y pansexual hoy
no es quizá lo mismo que esa persona entiende mañana como bisexual y pansexual.
En su devenir los términos pansexual y bisexual pueden acercarse o alejarse
dependiendo de las circunstancias dadas. Precisamente por eso podemos
encontrarnos con personas pansexuales que entiendan su subjetividad
afectivo-sexual como más afín a cómo la entienden ciertas personas bisexuales
que otras pansexuales y viceversa. En estos casos las definiciones estáticas no
hacen otra cosa que alienarnos de nosotros mismos.
Por ello, a la hora de entender
la bisexualidad y la pansexualidad implica un esfuerzo para aproximarnos a cómo
entendemos, sentimos y percibimos las personas no monosexuales nuestra
subjetividad afectivo-sexual. De un lado esta la parte personal, por otro la parte
comunitaria y por último la parte narrativa de nuestro devenir identitario, si
es que queremos entenderlo en términos identitarios que no es necesario.
Así a la hora de entender la
diferencia entre la bisexualidad y la pansexualidad habrá que tener en cuenta
las siguientes perspectivas:
1) Positivismo-esencialismo
y constructivismo
2) Valores
ontológicos del ser y del estar
3) Narratividad.
Una vez que te plantees estas
preguntas y busques sus respuestas y que respetes el derecho de autodefinirse
de cada persona plurisexual pues podrás acercarte y conocer un poco más no ya las
definiciones abstractas sino la propia existencia de las personas
plurisexuales desde nuestra propia realidad y podrás entender que pansexualidad
y bisexualidad pueden ser sinónimos o no dependiendo del momento, la situación,
la persona, la colectividad y la historia que haya detrás. ¿ Todavía no queda
claro? Volvemos al punto muerto de nuevo. Solo cuando reconozcamos y valoremos la realidad
como ineludiblemente plural y contradictoria podremos empezar a aproximarnos a una respuesta sobre esta cuestión que
nos resulte satisfactoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario