Diseño de Carles Llasans
Aviso de seguridad: Texto escrito en masculino genérico.
"Pues no quiero. No voy a hablar ni en positivo ni desde identidades que definen lo que soy, no soy o puedo ser"
Lille Skvat ( marzo 2013)
No siempre he rechazado las etiquetas identitarias, por ejemplo cuando empecé a usar la etiqueta
bisexual un mundo con todas sus estrellas y constelaciones se abrió para mí. También era una época donde el monosexismo llegaba
al paroxismo y donde yo sufría una grave crisis existencial y emocional por el mismo
hasta tal punto que caí en una especie de depresión durante varios años. Con
los años esa frustración se volvió vergüenza materializada en activismo
bisexual normativo y luego rabia materializada en activismo plurisexual
antimonosexista. Encontré en ese activismo una comunidad donde me sentía a
gusto, donde podía ser feliz y en armonía no sin vivir episodios amargos, como
cuando viví ostracismo en la comunidad bisexual de Dinamarca por llegarme a
identificar durante una temporada como pansexual, para que luego nos estén
hablando de paraguas.
El caso es que mi devenir
activista me ha llevado hoy en día al sentimiento de no identificarme más ni
con la etiqueta bisexual ni con el movimiento bisexual. Hay diferentes causas de ello. La primera es que opino que la identidad bisexual es una identidad
cuya genealogía parte del monosexismo; fortalecer la bisexualidad para mí ya no
supone combatir el monosexismo sino fortalecerlo. Esta idea que parece, a
primera vista, tan paradójica no creo que lo sea necesariamente. Por ejemplo,
las ideas que tenemos de “razas” tan comunes y generalizadas surgen del mismo
seno del racismo, sin racismo no habría razas al igual que sin el biologicismo
no habría géneros. El activismo feminista postestructural ( y parte del de la
segunda ola) parte del feminismo para cuestionar el sujeto “mujer” y no para
afirmar el sujeto “mujer” a través del lema "necesito el feminismo para dejar de ser mujer". De la misma manera, el activismo crítico plurisexual
antimonosexista me ha llevado al punto de criticar el sujeto del activismo
plurisexual, es decir, todas las identidades plurisexuales. Con esto no quiero
decir que no sea importante que se refuercen las identidades minorizadas y que
el activismo identitario no sea una manera de combatir una opresión estructural
y de empoderarse colectivamente, no. Con esto hago una referencia a mis
vivencias propias y el porqué, desde mis circunstancias actuales, el activismo
bisexual tiene el efecto contrario al esperado: me desempodera.
El activismo bisexual parte del
axioma de que a un sujeto soberano le atraen afectivamente, románticamente o
sexualmente dos o más géneros, no de la misma manera, ni al mismo momento ni
con la misma identidad, como se suele decir como un soniquete partiendo de la
definición de Robyn Ochs en su libro, Getting Bi, un libro donde, por cierto,
participé en su día con mi testimonio y que tuve la alegría de leer tras haberme
ido hasta Ámsterdam para comprarlo, entre otras cosas.
Pues bien, estoy en contra de este axioma
que acabo de comentar. Ya escribí en otro artículo reciente de este blog que
parto del encuentro y que a partir de ese encuentro siento lo que me afecta ( término que he aprendido de wuwei) y
lo que no. Por inducción llego a generalizar lo que me afecta y llego a sistematizarlo
en “hombres, mujeres, personas de género no binario y personas agéneres”, pero esta síntesis es
una ficción porque a mí no me afectan ni los hombres ni las mujeres ni las
personas de género no binario ni las personas agéneres sino que me afectan ciertas personas sin yo muy
bien saber el porqué; además sostengo, para más inri, que todas las personas somos poligenéricas en una medida u otra. Sin embargo, si me ha afectado una persona que se identifica como
mujer y que leo como mujer digo que me atraen las mujeres y si me ha afectado
una persona que se identifica como hombre y que leo como hombre digo que me
atraen los hombres pero realmente no estoy siendo sincero con mis sentimientos
ni con estas personas. El positivismo nos hace ver que todo es sistematizable,
medible y categorizable cuando realmente la afección, como experiencia sublime,
nunca puede ser reducida a una ley; el amor, el deseo y la afección son cuestiones transcendentales de
la experiencia humana y, en consecuencia, inefables, a no ser que sea a través de la metáfora.
Siento bastante malestar en
grupos de maricas donde se suele presuponer que me gustan los hombres y donde
hay un lenguaje ( verbal y no verbal) que encuentro invasivo. Siento también malestar
cuando se presupone que me gustan las mujeres cuando me visibilizo como bi y
más aún cuando esto se mezcla con una agenda heteronormativa. Siento muchísimo
menos malestar con personas de género no binario y personas agéneres porque con ellas ya no se
suele presuponer que me guste un género, ciertamente porque el cismonosexismo
se ha encargado de erradicar la escoliosexualidad como posibilidad ( atención, por cierto, con mezclar el "género" con la "expresión de género" porque son dos cosas que no tienen necesariamente nada que ver, aunque mucha gente suela presuponer el género de otras personas partir de su expresión de género).
Hace bastantes años, como he
comentado, me encontraba a gusto dentro del activismo bisexual. Me encontraba a
gusto en su época anárquica donde lo que nos unía era el momento, las ganas de
combatir el monosexismo juntos y afectarnos colectivamente. Esa época estaba
marcada por activistas de altura que, desde el altruismo, generaban espacios de
cre-acción antimomosexista. En los últimos años lo que he visto dentro del
activismo bisexual es una deriva involutiva, donde el egoísmo, las ganas de
figurar combinadas con una falta de visión pasmosa han llevado al activismo
bisexual a una situación paupérrima. Los diseños, los textos, las jornadas, los
eventos, las discusiones en línea que veo relacionadas con el activismo
bisexual normativo me suelen causar enajenación emética por sus sesgos
racistas, capitalistas, sexistas, capacitistas, gordofóbicos, clasistas y
positivistas.
Afortunadamente hay líneas de
fuga desde el activismo antimonosexista plurisexual y lo que estoy escribiendo
en estas líneas es gracias a este tipo de activismo más que contra este tipo de
activismo. Este tipo de activismo me ha ayudado a llegar a un crecimiento
personal donde puedo expresar lo que estoy expresando y donde una crítica
deconstructiva del mismo supone una culminación personal a través de él más que su derrota.
Seguiré luchando contra el
monosexismo y su basura estructural, como seguiré luchando contra sus
intersecciones, pero ¿ resulta posible hacer esa lucha desde una posición
contra/post identiraria? ¿ Es posible hacer esa lucha desde el estar y no desde el
ser? ¿ Cómo podemos si quiera hablar de nuestras experiencias si no partimos de
ideas, conceptos y categorías que ya de por sí son monosexistas?
No soy bisexual, no quiero
pertenecer a ningún grupo identitario. Estoy bisexual, eso no lo puedo negar.
Pero no estoy bisexual porque me atraigan mujeres, hombres, personas de género
no binario y personas agéneres. Estoy bisexual cuando siento, cuando una persona me afecta, cuando
mi imaginación y mis fantasías rompen el yugo del monosexismo y echan a volar. Entonces lo que me queda es la voluntad, el deseo, el cariño, el amor y su
cínesis que, como claro de bosque zambriano, va allende todas las categorías que el reduccionismo racio-positivista quiera llegarnos a imponer.
No necesito paraguas de ningún tipo, quiero que juntos nos afectemos bajo la lluvia.
No necesito paraguas de ningún tipo, quiero que juntos nos afectemos bajo la lluvia.