Últimamente he oído en diferentes
ocasiones la afirmación “todos somos personas” para referirse a que,
independientemente de nuestra orientación sexual, género, raza o los procesos
por los cuales tales categorías son asignadas
a nuestros cuerpos y subjetividades
hay un denominador común entre nosotres que es el de humanidad.
 La idea de que “todos somos
personas” como un referente positivo puede responder a diferentes raisons d´être. Por un lado puede partir
de una idea religiosa de que todas las personas somos hijas de una deidad y
amadas igualmente por la misma. De ahí se deriva el concepto religioso de agape o Ummah o de cariño u amor al projime. Otra segunda posibilidad puede
ser el humanismo secular y su consecuente racionalismo no teista como el que
imperó en el pensamiento ilustrado de inspiración cartesiana. Tal tradición
defiende que lo que nos iguala realmente a las personas es nuestro intelecto o res cogitans; mientras que la res extensa,  es decir todo lo que tiene que ver con la
raza, el género, la diversidad funcional u otras categorías llamémosles
contingentes es secundario y nunca puede ser usado legítimamente como
justificación para establecer una jerarquía de valor entre las personas.
 La idea de que “todos somos personas”
se consolidó de una manera positiva, es decir, se codificó en derechos civiles
y políticos en la revolución francesa e inglesa y en la declaración de la
independencia de los estados unidos y de los diferentes estados de Abya Yala/América
durante el siglo XVIII y sirvió como referente para elaborar las constituciones
de los estados europeos que abandonaron el absolutismo o adquirieron su
independencia o reintegración en el siglo XIX. El mismo proceso ocurrió en los
procesos de decolonización del siglo XX y XXI aún más influenciados por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos redactada tras las atrocidades de la segunda
guerra mundial bajo el marco de las naciones unidas.
 Teniendo en cuenta esta perspectiva
diacrónica, me parece que aunque la afirmación “todos somos personas” sea
bienintencionada, en un principio, considero que es importante entenderla
dentro de una perspectiva crítica que tenga en cuenta los diferentes mecanismos
genealógicos de poder subyacentes bajo la misma.
 Dentro de la filosofía
existencialista el filósofo Frantz Fanon desarrolló un esquema en el que habló
de una línea imaginaria en donde se dividía la zona del ser y la zona del no
ser. Dentro de la zona del ser estaban las personas privilegiadas mientras que
en la zona del no ser las personas oprimidas que eran deshumanizadas, en
concreto en la filosofía de Fanon, por procesos de racialización. Antes de
Fanon las filosofas ilustradas como Olympe de Gouge, Josefa Amar y Borbón o
Mary Wolsstonescraft plantearon la pregunta de que si bien para ser un sujeto
con plenitud de derechos la condición
necesaria era la de ser persona la condición
suficiente era la de ser varón con privilegios económicos, de ahí vino la
consiguiente trampa de asimilar el término “humano” con el término “hombre” (ya
que las mujeres no cumplían la condición bnecesaria y suficiente) que todavía
perdura hasta nuestro tiempo. Por eso, ya en ese periodo huno textos como la
“apología de las mujeres” de la almeriense Inés Joyes que hablaban de la
separación conceptual entre sexo y género y los procesos constitutivos de los
mismos y por ende, de la necesidad de hablar de personas como sujetos de derechos
desde una perspectiva de emancipación social donde la felicidad fuese el
horizonte común.
 Sin embargo, hoy en día el discurso
que defiende la idea de “todos somos personas” es llevado a cabo por personas
que tienen una idea no crítica ante ciertas estructuras de poder como, por
ejemplo, el feminismo de la equidad de Camille Paglia que desde otras
perspectivas feministas es entendido como “feminist backlash”, o una especie de
feminismo reaccionario o hablando con más claridad machismo encubierto.
 El hablar de “personas” como
sujetos portadores de derechos desde una perspectiva similar a la del feminismo
de la equidad es defendido tambien por una corriente de la filosofía política
que se llama liberalismo. Uno de sus mayores representantes es John Rawls que
entiende que todos deberíamos ser individuos en igualdad plena de derechos.
 Sin embargo, cuando reducimos las
personas a individuos atomizables estamos olvidando todos aquellos procesos
intersubjetivos y colectivos que dan significado a aquellos repertorios
interpretativos que usamos para entendernos y comunicarnos o, incluso, para
cobrar una existencia en la mente de otras personas como sujetos que puedan ser
inteligibles. Así, olvidando que en una sociedad estructurada por el poder hay
personas que tienen privilegios y otras son oprimidas por diferentes normas y
hegemonías que metonímicamente configuran sentidos comunes que son compartidos
pero nunca discutidos ya que suponen un a priori axiomático e incuestionado,
resulta un acto peligroso que no conduce a la emancipación o liberación sino a
una subyugación encubierta.
 El decir “todos somos personas” hoy
en día viene a decir que todes somos normales y que no hay que discriminar a
las personas por el hecho de que todas somos en el fondo iguales ( personas).
Esta idea a parte de imponer una norma en el concepto persona resulta altamente
peligrosa porque presupone que el respeto y los derechos son ganados por la
homogenidad y por un denominador común ( “persona”) en vez de por una
diversidad y una pluralidad de subjetividades, cuerpos e identidades que han de
ser respetados independientemente de su devenir antinormativo. Para ser
respetade en un marco democrático de derechos no debería ser necesario tener
conductas o subjetividades parecidas.
 También esta idea está basada en un
claro concepto reduccionista de las “personas”, ya que son las personas
aquellas que hacen guerras contra otras personas oprimen, violentan,
discriminan y ejercen una amenaza también contra animales, plantas y Gaya, la
tierra, nuestra casa común.
 Por todo ello creo que es
importante saber diferenciar cuando se habla de una humanidad compartida para
luchar contra la deshumanización de ciertas personas como hicieron las
filosofas ilustradas o les filosofes existencialistas  y cuando se habla de una humanidad compartida
para imponer un único modelo humano que asimila y oprime encubierto en
máscaras. En efecto todos somos personas en un mundo dominado por el machismo,
el monosexismo, el heterosexismo, el cisexismo y otros ismos y fobias, la
cuestión que me resulta importante aquí no es si todos somos personas es si todes/todas/tod*s/todxs/tod_s
somos respetades como personas en igualdad y plenitud de derechos y dignidad.